domingo, 16 de noviembre de 2014

Os debo una explicación

Estoy dos semanas sin publicar una cochina publicación y llego con mi estupenda cara bonita y un intento de barba que no llega y os publico algo. Así sin más, porque sí. “Podrías dar explicaciones” me dijo la princesa vasca casi exigiéndolas. Lo había pensado, os lo prometo pero no quería aburriros. No me había ido a buscar el Santo Grial como hizo Aguila Roja al final de la última temporada. Tampoco me fui a coordinar el aterrizaje de Philae de la misión Rosetta. La verdad es que volví de Bilbao y vi un tsunami desde la ventana del avión.



Mi última visita a Bilbao hace ya tres semanas fue más que estupenda. Esta vez teníamos visita y eso comportó volver a la categoría con la que llegué en junio de este mismo año: turista. Por un lado teníamos tres franceses con hambre voraz. Por otro un asturiano con cara de asesino, acento irlandés al hablar inglés y más cara que espalda.

Volver a la categoría de turista tuvo muchas ventajas. La primera fue aprender de los errores que cometí como tal en junio y poder degustar más y mejores pintxos como los de Pozas, calle Ledesma o Casco Viejo en la calle Santa María. Después de leer esto, Sara parará de leer solo para escribirme y tacharme “flipado”. Bueno puede ser pero hablo desde la experiencia. Creo que después de tres visitas en Bilbao, un curso intensivo de cultura vasca y otras cosas típicas que tienen por ahí, considero tener el derecho de recomendar o guiar. No, esto de hoy no es una publicación sobre dónde comer en Bilbao pero después del importante descubrimiento que hizo la princesa vasca hace una semana, probablemente escriba sobre ello en un futuro no muy lejano.

Pintxos estupendos, compañía inmejorable que pone cara de asombro al explotar la croqueta de bacalao en la boca o incendios como el que presenciamos al salir del Guggenheim hacen de esta estancia digna de un reportaje típico en el canal Viajar. Sí, hablo de incendios porque lo que a primeras parecía una nueva obra al aire libre encargada por el propio museo, se convirtió en un incendio de película de esos que salían en Hospital Central con gente gritando y corriendo despavorida.

Sin embargo, Bilbao no fue el motivo por el que os abandoné cual os abandoné cual vulgar juguete del huevo kínder. La verdadera razón fue un tsunami. Aterricé en Barcelona a las 20:50, me subí al tren y por la ventana vi una enorme ola con las palabras: trabajos y exámenes. Al siguiente día de mi retorno, me sumergí en pilas de apuntes e información. No os he abandonado solo a vosotros, hasta esta semana también había abandonado al señor running.

Aun con todo esto, creo haber sobrevivido al tsunami y ya pongo miras a diciembre donde se librará la batalla final. No obstante, durante estos últimos días y especialmente esta semana en la que he podido rescataros del cajón, he estado echando un vistazo a diferentes blogs y podcast que me parecen sumamente interesantes. Estuve escuchando la entrevista de ÁngelAlegre y Joan Tubau que creo en mí un sentimiento de confusión y agobio por ver la salida del zoo universitario cada vez más cerca y no tener un camino claro.

Después de una semana de pensamientos tan ambiguos como estudiar cocina y animar mi gusto por ella, asistí a la conferencia de un tipo bastante curioso, Albert Cervera, CEO (el jefe) de la Fura dels Baus, una compañía de espectáculos. La principal razón por la que decidí asistir no era la empresa que dirige sino el hecho de haber abandonado una consultora tan glamurosa como es PwC (PriceWaterHouseCoopers). Estoy compartiendo aula con gente cuyo objetivo es trabajar para una importante consultora. Esa parece ser la cúspide de todas las cúspides profesionales.

Al final Albert me ayudó mucho y consiguió que dejara de pensar en el futuro y pensara más en el presente, que fuera probando, equivocándome y solo así llegaría al lugar en el que me sentía cómodo y realizado.

Finalmente quería añadir que el ambiente navideño está siendo imprimido con ganas en la ciudad y después de un año en un país navideño como lo es Irlanda, ahora vivo esta época con mucha más magia. Me apetece chocolate, dulces y sobretodo ponerme mi estupendo gorro de motivos navideños y una bola roja en la punta.


La foto es de uno de los muchos pintxos que comimos la primera noche. Estos son en la calle Ledesma en un local llamado…lo siento Google Maps no me ha dejado acceder a la calle. ¡Simplemente andar por la calle y entrar en el que más gente tenga! 

Y sin más dilación, me despido de vosotros. 

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