Estoy dos
semanas sin publicar una cochina publicación y llego con mi estupenda cara
bonita y un intento de barba que no llega y os publico algo. Así sin más,
porque sí. “Podrías dar explicaciones” me dijo la princesa vasca casi exigiéndolas.
Lo había pensado, os lo prometo pero no quería aburriros. No me había ido a
buscar el Santo Grial como hizo Aguila Roja al final de la última temporada.
Tampoco me fui a coordinar el aterrizaje de Philae de la misión Rosetta. La
verdad es que volví de Bilbao y vi un tsunami
desde la ventana del avión.
Mi última
visita a Bilbao hace ya tres semanas fue más que estupenda. Esta vez teníamos
visita y eso comportó volver a la categoría con la que llegué en junio de este
mismo año: turista. Por un lado teníamos tres franceses con hambre voraz. Por
otro un asturiano con cara de asesino, acento irlandés al hablar inglés y más
cara que espalda.
Volver a la
categoría de turista tuvo muchas ventajas. La primera fue aprender de los
errores que cometí como tal en junio y poder degustar más y mejores pintxos
como los de Pozas, calle Ledesma o Casco Viejo en la calle Santa María. Después
de leer esto, Sara parará de leer solo para escribirme y tacharme “flipado”. Bueno
puede ser pero hablo desde la experiencia. Creo que después de tres visitas en
Bilbao, un curso intensivo de cultura vasca y otras cosas típicas que tienen
por ahí, considero tener el derecho de recomendar o guiar. No, esto de hoy no
es una publicación sobre dónde comer en Bilbao pero después del importante
descubrimiento que hizo la princesa vasca hace una semana, probablemente
escriba sobre ello en un futuro no muy lejano.
Pintxos
estupendos, compañía inmejorable que pone cara de asombro al explotar la
croqueta de bacalao en la boca o incendios como el que presenciamos al salir
del Guggenheim hacen de esta estancia
digna de un reportaje típico en el canal Viajar. Sí, hablo de incendios porque
lo que a primeras parecía una nueva obra al aire libre encargada por el propio museo,
se convirtió en un incendio de película de esos que salían en Hospital Central
con gente gritando y corriendo despavorida.
Sin embargo, Bilbao
no fue el motivo por el que os abandoné cual os abandoné cual vulgar juguete
del huevo kínder. La verdadera razón fue un tsunami.
Aterricé en Barcelona a las 20:50, me subí al tren y por la ventana vi una
enorme ola con las palabras: trabajos y exámenes. Al siguiente día de mi
retorno, me sumergí en pilas de apuntes e información. No os he abandonado solo
a vosotros, hasta esta semana también había abandonado al señor running.
Aun con todo
esto, creo haber sobrevivido al tsunami
y ya pongo miras a diciembre donde se librará la batalla final. No obstante,
durante estos últimos días y especialmente esta semana en la que he podido
rescataros del cajón, he estado echando un vistazo a diferentes blogs y podcast
que me parecen sumamente interesantes. Estuve escuchando la entrevista de ÁngelAlegre y Joan Tubau que creo en mí un sentimiento de confusión y agobio por ver
la salida del zoo universitario cada vez más cerca y no tener un camino claro.
Después de
una semana de pensamientos tan ambiguos como estudiar cocina y animar mi gusto
por ella, asistí a la conferencia de un tipo bastante curioso, Albert Cervera,
CEO (el jefe) de la Fura dels Baus, una compañía de espectáculos. La principal
razón por la que decidí asistir no era la empresa que dirige sino el hecho de
haber abandonado una consultora tan glamurosa como es PwC (PriceWaterHouseCoopers). Estoy compartiendo aula con gente cuyo objetivo es trabajar para una importante
consultora. Esa parece ser la cúspide de todas las cúspides profesionales.
Al final
Albert me ayudó mucho y consiguió que dejara de pensar en el futuro y pensara
más en el presente, que fuera probando, equivocándome y solo así llegaría al
lugar en el que me sentía cómodo y realizado.
Finalmente
quería añadir que el ambiente navideño está siendo imprimido con ganas en la
ciudad y después de un año en un país navideño como lo es Irlanda, ahora vivo esta
época con mucha más magia. Me apetece chocolate, dulces y sobretodo ponerme mi
estupendo gorro de motivos navideños y una bola roja en la punta.
La foto es de
uno de los muchos pintxos que comimos la primera noche. Estos son en la calle Ledesma
en un local llamado…lo siento Google Maps no me ha dejado acceder a la calle. ¡Simplemente
andar por la calle y entrar en el que más gente tenga!
Y sin más dilación, me despido de vosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario