Hoy me he vuelto a dormir. Es la segunda vez en dos
días que me quedo dormido y hago caso omiso a la alarma del móvil. He de
reconocer que ayer simplemente apagué la alarme, pensé “Ay señor que palo me da
levantarme” me tumbé de nuevo y de ahí hacia adelante no recuerdo nada más que
a mi madre diciéndome que me había quedado dormido con su típico tono de “así
no vas a llegar a ningún lado”. Cuando oigo, te has quedado dormido, mis ojos
sueltan un ácido corrosivo que elimina todo rastro de legañas; algún tipo de sustancia es segregada en altas cantidades porque todo el sueño que tengo se
queda en la cama; me visto en 3,7 minutos y consigo tomarme un
desayuno cutre salchichero español en 6,33. Sin embargo hoy, tengo la teoría
que la alarma no ha sonado. No, no olvidé activarla porque mi súper Smartphone activa la alarma de forma
automática. Quizás me haya acostumbrado a la armónica melodía de naturaleza y va siendo hora de cambiar el tono de alarma. De camino a la
estación de tren, pensaba en escoger como alarma, el grito de machos
Alfa que hicimos en mi vigésimo primer cumpleaños un compañero y yo.
Me siento avergonzado porque rompo con mis
principios de puntualidad. Yo nunca me duermo y jamás más de tres veces en un
año. Yo solía llegar a puntos en los que mi propio cuerpo se activaba dos
minutos antes de que la misma alarma sonara. De hecho, no soy el primer loco
que hace esto. Hoy lo hablaba con un antiguo compañero de clase que he
encontrado en el tren. He tenido gente a mi lado que se ha despertado después de 45
minutos de sueño, ha mirado por la ventanilla y sobresaltado, ha cogido sus
cosas y ha corrido a la puerta antes de que esta se cerrara. El último, aguantó
las puertas con un paraguas. True storie.
Últimamente uso muchísimo mis ratos libres en la
universidad para escribir en el blog. Ahora mismo lo estoy haciendo. En una de
las aulas de informática de la facultad junto al aparato del aire
acondicionado. Soy el nuevo comisario de energía del aula. Soy yo quien cambia
la potencia del aire de máximo a mínimo. Soy yo quien lo baja de 27 a 18 grados. Si hay
algo bueno de esta facultad, es el gran número de aulas de informática. Más que
la suma de los dedos de mis pies y manos. En las aulas de informática suele
reinar cierto aire de secretismo. Todos
han venido a hacer algo de provecho pero acaban haciendo todo lo
opuesto. Ahora mismo el chico de delante lee el diario Sport. Yo os
escribo en vez de repasar francés.
Estos últimos días he estado bastante concentrado en
mi profunda búsqueda de prácticas. No me gusta obsesionarme con algunos temas (especialmente cuando queda un semestre) pero el hecho de hacerlo, me motiva. Hace una semana hablaba con dos compañeros de carrera que llevan a
mi lado desde el día en el que tenía la cabeza llena de pájaros. Ellos siempre
dicen que no tendré problemas “Eres un crack Mingote, se pelearán por ti".
Probablemente lo que necesito es creérmelo más.
Puede sonar loco pero intento que me acojan en las
Vascongadas. Es tal mi miedo a acabar debajo de un puente, que no paro de
pensar en qué será de mí de aquí un año. Hoy leía el último post de Marina y me
recordaba a ese momento en época de exámenes en el que muchos estudiantes
decimos “A la mierda los exámenes, me voy a….”. A veces Sara y yo recordamos
nostálgicos aquellos felices momentos en Villa Corcho (Cork). La ciudad
envuelta en navidad; mi running
junto al rio y el campus, subiendo las escaleras del Brookfield Building; los
cafés con Benny y José; la noche de series y las comidas y cenas conjuntas. “Vámonos
otra vez” le dije una vez pero todos sabemos que no sería igual.
Así pues, puedo resumir en cuatro conceptos mis
futuros planes y objetivos: universidad, salud, Sara y mundo. Por este orden
porque no conviene obsesionarse con una cosa si no has acabado la primera. He
estado resfriado y no he podido ir a correr tanto como esperaba pero ayer volví
a coger rutina y me vuelvo a sentir “un crack” como dicen mis dos compañeros de
pupitre. Las clases han mejorado substancialmente y ahora incluso tengo amigos.
Ya no soy Mingote, ahora soy Javier el de Cork. Aquel héroe que avivó el mito
(o realidad) que en Erasmus se lig- mucho. Aquel héroe que contribuyó con las
estadísticas de la Unión Europea.
Hay quien aún me mira con una cara de incredulidad
cuando me preguntan sobre Sara. Hace dos semanas hizo un año que nos largamos a
hurtadillas de aquella fiesta organizada por la ESN de UCC en Cork y hace
cuatro horribles meses que vivimos separados.
Dicen algunos que lo que tenga que ser será pero yo
intento inclinar la balanza por un lado. Pienso hacer el deporte que no he
hecho en veintiún años de vida y pienso borrar los malos augurios de mi madre
de cara a mis notas semestrales.
Bona tarda a tothom!
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