Si hay algo
que deteste de los resfriados, es cuando se te tapona la nariz y apenas puedes
respirar. Ahora mismo solo puedo respirar por la boca y vamos a tener que
comenzar a aplicar crema labial. Mis labios están más secos que el desierto del
Gobi y soy yo el que durante la mañana ha estado rompiendo el silencio de la
biblioteca intentando destaponar cualquiera de las dos vías nasales.
Hoy he
comprado mi vuelo a Santander para ir por carretera a Bilbao. Reduciré un viaje
de seis horas y veinte minutos a un viaje de dos horas y media. El precio es lo
mejor porque me ha costado solo cinco euros más que yendo con el lujoso Alvia. Incluso
podría haberme costado diez euros menos de no ser porque he esperado cinco días
a que el profesor confirmara la agenda para las próximas cuatro semanas. Este
no es un viaje cualquiera, es un viaje en calidad de ex Erasmus porque hemos
decidido hacer un pequeño encuentro en la ciudad en la que poco a poco se va
convirtiendo en mi segunda casa.
Después de
haber cumplido con mis tareas académicas para el viernes (sí, ahora también
trabajo los viernes) me he ido al encuentro de una compañera del tren para ir a
comer a un restaurante vegetariano que me había mencionado anteriormente: el
Teresa Carles. En mi camino hacia el metro, he tenido un momento de esos tontos
que todos hemos tenido. Un acosador me ha asaltado con el bocadillo de chorizo
en la mano recién empezado. Este quería que le contestara una encuesta sobre no
sé beca para estudiar inglés de Cambridge. Apenas me ha dado tiempo para
rechazar la oferta porque en ese momento tenía la boca llena aunque podría
haberle lanzado un ataque aliento y salir corriendo. El asunto me ha parecido
sospechoso, el tipo tenía una voz cantarina y le he dado todos mis datos de
contacto falsos.
Mi paranoia
con lo sospechoso no ha quedado allí. Una vez he llegado a Liceu he estado
enormemente preocupado por la cantidad de carteristas y tipos raros que estaban
al acecho de turistas. He utilizado una equina en la que refugiarme para buscar
una ruta en Google Maps. Mi paranoia no era una exageración.
Teresa Carles
no es un restaurante cualquiera. Teresa Carles es un restaurante vegetariano y
lo tiene prácticamente todo. Al entrar en el local, no solo te ves rodeado de
todo tipo de productos elaborados por ellos mismos (como la mermelada deverdad) sino que recibes una oleada de amor, simpatía y cariño de parte del
personal. Aunque al medio día se forman colas de veinte minutos, ha merecido la
pena esperar para comerme unos riquísimos tortelini tres quesos con pimiento y berenjena
al horno. Mi compañera estaba emocionada, no tenía palabras para tan buenos
sabores. Esta es su tercera o cuarta vez y siempre me habla de los zumos que
ellos mismos elaboran y el famoso Virus Killer. Yo iba justo de presupuesto y
me he pedido una limonada casera que me ha destaponado las vías nasales.
Los postres
eran alabados por todo el mundo y después de probar la tarta Sacher de Teresa
Carles, creo que deberían cambiarle el nombre y llamarle Tarta ¡Oh! Porque joder “¡Oh
qué bueno!”. ¿Y qué decir del Copo Vegano? No tengo palabras para él.
Mi exposición
al estilo vegetariano ha podido tener la culpa de haber llegado a casa y
haberme preparado un delicioso batido de manzana y plátano. Con este batido
quizás consigo recuperar fuerzas, devolver mi cuerpo a la vida y quien sabe
quizás ir a tomar algo.
Estamos en
octubre y eso significa que debo comenzar a allanar el terreno de batalla para lo
que se me avecina en las aulas. Cuidado por ahí porque puede arder Troya.
Y sin más
dilación os dejo mientras me tomo un poco de mi delicioso batido.
Saludos.
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