miércoles, 22 de octubre de 2014

Desvarios previos al día de embarque

Odio hacer maletas. Justo he acabado de hacer la maleta para Bilbao. El asunto se complica al volar en avión porque las medidas me tienen contra las cuerdas. Ahí estoy yo con el metro a cuestas midiendo mi equipaje de mano. He trazado un astuto plan B en caso de tener problemas con esos nazis de la puerta de embarque y me impiden ir a las Vascongadas.

Como biensabéis, me gusta volar. El avión es un medio de transporte guay. Cuando voy en avión me siento como Harrison Ford en AirForce One: el avión del presidente e imagino las voces de los controladores llevando a cabo una misión súper especial: llevarme a Santander. A mí me da por sospechar que en el avión vamos a ser cuatro y el del tambor.

Llevo horas sopesando la posibilidad de enfundar mis queridas y mimadas botas que compré hace ya un año y unos pocos meses. Cuidadas con sumo esmero untándoles grasa de caballo para protegerlas de la lluviosa, lluviosa Irlanda. Mis botas han estado a mi lado frente a innumerables aventuras. Estuvieron conmigo cuando un huevo reventó en mi espalda. Estuvieron conmigo cundo estalló la ciclogénesis explosiva en Cork y nos obligaron a quedarnos dentro del edificio de matemáticas. Estuvieron conmigo en las inundaciones de marzo del 2014. Estuvieron conmigo cuando hice mi primer huevo frito sin miedo a que el malvado monstruo del huevo frito me atacara con su ataque aceitoso.
Por eso mis botas se merecen volver a pisar la calle. Me encantan mis botas porque me hacen estar más bueno. No es broma, es así y esas botas aumentan mi sex appeal en un 120% (valores científicamente no calculados). Sin embargo, el otoño está siendo caluroso, no apetecen castañas asadas, ni boniatos o manzanas asadas con azúcar y canela. Hoy por la mañana aún he llevado unas bermudas pero decreto oficialmente su retirada para este año. Así pues, una vez más dejaré a mis queridas botas en el cajón a la espera que llegue la primera borrasca, Quechua vuelva a reinar en mi vestimenta diaria en forma de parca y calcetines.

Mañana a esta hora estaré compartiendo pintxos y cerveza con mis bien aventurados amigos gabachos exerasmus y con la princesa vasca. El viernes, llega La Barba. Como bien habéis podido percibir, este post ha sido un esfuerzo por dedicaros mi amor por vosotros y escribir unas líneas antes de abandonaros durante 4 días.

Si no vuelvo quiere decir que un vasco me ha confundido con un tronco en una competición de cortar troncos.

Adeu!

2 comentarios:

  1. Déjame Bilbao limpito y organizado! que voy para allá en dos semanas! En qué va a consistir el plan B, por cierto ? :)

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    1. jajajajaj el Plan B consistía en dejar un poco de espacio en la maleta para poder meter dentro la mochila que llevaba en la espalda! Pero ningún problema! A parte del incendio en al calle Iparraguirre no hay ningún otro cambio. Bueno sí esa horrible carpa de Oktoberfest en Deusto pero cuando llegues ya habrá desaparecido!

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