Acabo de salir de mi primera clase de oratoria y debate. Ha
sido una sensación muy extraña. La sensación ha sido parecida a cuando integras
un equipo a punto de emprender una aventura de la que no sabes si volverás a
ser el mismo al regresar. Acaba de entrar un chino dentro del aula de
informática. El mismo chino que ha llegado una hora tarde a la primera sesión y
el profesor le ha dedicado un fuerte aplauso. No lo he dicho, estoy en el aula
de informática de la biblioteca. Hay unos quince ordenadores en esta sala y hay
una especie de microclima tropical asiático que se entremezcla con el polvo
acumulado en las aspas de los sistemas de refrigeración de cada ordenador.
Aprovecho esta hora libre que tengo hasta que llegue la
hora de citarme en el tren con otros compañeros para poder escribir un post que
sin duda, aspiro a que no sea ni el 10% de lo malo que fue el de ayer. Así pues
me he sentado en la biblioteca y como alguien que está haciendo algo a
escondidas, he elegido el último ordenador en una esquina. No lo he escogido a
propósito, he estado comparando el tamaño de las pantallas. Había pantallas que
eran demasiado pequeñas, unas Proview
que aún conservan la etiqueta de garantía ecológica de 1999 y que tienen el
mismo aspecto que esas televisiones de habitación de hotel que solo tienen el
botón de encendido y apagado. Yo he escogido una un poco más grande, una
Philips que no lleva ninguna garantía ecológica pero está al lado de un enchufe
libre que permite recargar el móvil.
Esto de fijarme tanto en los detalles no lo he hecho a
propósito para meter más paja en el texto. Hoy me he levantado muy observador.
Por la mañana (o madrugada si tenemos en cuenta que eran las 6) mientras untaba
la mantequilla ATO (hay que consumir productos catalanes dicen), pensaba en lo
mucho que me gusta comer pan con mantequilla y mermelada. Más que pensar en lo
como me gusta, pensaba en esos segundos que pasan, ese fascinante momento en el
que la mantequilla se derrite fruto del calor residual del pan tostado. Después
cojo la mermelada de melocotón y unto una capa encima de la mantequilla ya
fundida.
En casa hay dos clases de comensales: los que comen de
todo sin preocuparse por si tiene mucha sal o poca sal (o azúcar) porque ya comen
equilibrado sin sentirse obligados; los que consumen productos light y mierdas de esas comerciales que
solo se creen los que se sienten culpables al comerse una crêpe el sábado por
la tarde. Yo pertenezco al primero. Mi hermana y mi padre al segundo y por eso
en casa hay mermelada de melocotón light
y mermelada de melocotón casera normal y ya está. ¿Por qué os cuento todo esto?
Pues no lo sé la verdad, hablaba de los detalles y me he ido por los cerros de
Ubeda. Admito que puedo ser un verdadero nazi de la alimentación. Sin embargo
si me quiero comer una croissant de chocolate, me lo como.
Volvamos a la primera sesión de oratoria porque el asunto
no tiene desperdicio. Jamás he sentido tanta valentía y vergüenza al mismo
tiempo. Cada vez que el profesor pedía dos voluntarios, mi mente dibujaba un
león rugiendo al público. Después una ratilla se cruzaba en mi camino y ese
león se convertía en nada. ¿Sabéis sobre que tenía ganas que me preguntaran?
Sobre mi blog y lo guay que es para mí escribir. A mí me encanta escribir y
animar a la gente a que como yo empiece a escribir. Por eso quería hablar de
ello y convencer a la gente para que empezara. Definitivamente si he de exponer
un tema, empezar un blog será uno de los candidatos.
Sobre la metáfora del león y el ratón (que la debo haber
sacado de algún dibujo animado que vería durante mi pre-adolescencia), he visto
a gente realmente capaz y que me hacen mucha sombra. Hay una chica que habla
inglés y francés, se defiende en chino y en alemán, ha trabajado de repostera y
camarera y su único problema es que tiene vergüenza. Hemos tenido que hablar
con otro compañero para poder conocerlo mejor y después venderlo al público y
convencer a este para que lo contraten. Desde luego, no me ha tocado el mejor
candidato. Os prometo que he intentado
darle juego pero desde luego el a mí no. Si liga igual que habla, apaga y vámonos.
Bueno algo en claro sí he sacado de él, le encanta la pasta pero bien seguro os
digo que no tiene ni idea de qué hacer con su vida (Ya está aquí el tipo seguro
y decidido que escribe). Yo por el contrario, le he explicado todas las cosas
guays que envuelven mi vida. ¡Le he explicado lo mucho que me gusta viajar y no
le ha importado una mierda! Lo he llevado al terreno de las aficiones y no se
ha interesado ni en lo más mínimo por mi tiempo libre. Me habría gustado
explicarle lo apasionante que es mi afición de disecar cucarachas.
Han hecho dos debates de treinta segundos por turno y el
tema ha sido escogido al azar. La gente propone temas demasiado serios y demasiado
tensos sobre los que hablar: el aborto (seriously?? ). Sin duda me he inclinado
por temas mucho más entretenidos a debatir como ahora: toalla suave o toalla
que rasque; calzoncillo bóxer o slip. Desde luego yo me inclino más por
la toalla que rasca. Es la que seca y la que consigue retirar todas las
posibles impurezas (roña para los menos finos) de la piel que hayan podido
quedar después de la ducha. La toalla suave por el contrario, es suave. Sin
más, ni seca, ni limpia ni hace nada.
Sobre el tema de calzoncillos. Yo habría preferido
introducir el calzoncillo de Tipo abuelo contra el bóxer. Prefiero esta otra modalidad por que el calzoncillo slip ha perdido mucho terreno, todo el
mundo sabe que es muy incómodo y puede pellizcarte cosas que no son la piel. Yo
llevo los de abuelo porque a) están de moda, b) son cómodos y tengo la
sensación de ir libre c) a Sara le gustan más.
Yo soy el de la derecha (de verdad) |
No me quiero extender mucho más. Sorprendentemente este
post acaba de superar las mil palabras y creo que me merezco una ovación frente
a tal estupendo post sobre la preferencia por la toalla que rasca y los
calzoncillos de abuelo frente a la toalla suave y los bóxer que tiran de algunos sitios.
Seguiremos informando sobre mi progreso dentro del mundo
de la oratoria y desde luego prometo que el lunes que viene os regalaré una
historia sobre mi intervención oral.
Y vosotros qué preferís ¿Toalla suave o toalla seca?
¿Calzoncillo de abuelo o bóxer? ¿Aún
usáis slip?
¡Mucho ánimo con vuestras aventuras!
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