A poco menos de cincuenta
minutos para que Sara llegue a la acogedora, gastronómica, feroz y lluviosa
Bilbao, yo estoy para el arrastre en el sofá de casa. Después de siete días de
calor, caminatas, metros y paseos nocturnos, aquí me encuentro de vuelta. Sara
se ha ido. Ha sido una gran semana, agotadora y en la que he llegado a odiar la
ciudad en la que vivo la mayor parte del día. Sara venía con ganas de ver cosas
catalanas y desde luego, las únicas palabras que ha escuchado en catalán han
sido las mías y las de la chica de Human
bodies. Una Barcelona tomada por turistas es lo que nos hemos encontrado.
No es ningún secreto que los ciudadanos de la capital catalana rehúyen el
centro de Barcelona y solo lo pisan en contadas ocasiones como en navidades o Sant
Jordi. Una de las cosas que me propuse antes de que llegara Sara, fue no caer
en las decenas y decenas de trampas para turistas que existen en Barcelona a la
hora de comer. Me prometí a mí mismo que no iba a acabar comiendo fast food cada día como hice en Londres.
Fue terrible y durante cuatro días engañé mis propios principios alimenticios.
Así pues esta vez he
hecho una buena investigación en internet y entre Google, Tripadvisor y quien
lo fuera a decir, el periódico vasco El Correo, me han permitido seleccionar
una serie de sitios en los que comer por alrededor de diez euros. Sin duda esta
investigación me ha ayudado a conocer mejor Barcelona, donde comer barato y
conocer mejor cada una de las calles. Para empezar, Conesa, un bar de los de toda la vida y que descubrí gracias a un
amigo una noche de mayo. Tal y como dijo aquella misma señora catalana con
fuerte acento barcelonino y con cara de venir allí frecuentemente, es el típico
bar con las tres Bs. Conesa (Carrer
de la Llibretería, 1) es famoso por sus bocadillos de grandísima calidad, por
sus colas que bien pueden llegar a la mitad de Plaza Sant Jaume. Sara obedeció
me recomendación y copió mi comanda (Salchichas del país, pimiento rojo, queso
y cebolla). Pan de verdad, caliente, tostado y buenísimo. Comimos los dos por 9
euros con agua.
Por la noche y después de
patear todo la Ciutat Vella bajo un sol que me quemó los brazos, besarnos en un
banco de estilo modernista en Passeig de Gràcia y un café americano con granos
de Kenia, cenamos en el Viena.
Siempre me ha parecido una cadena de comida (semi) rápida bastante curiosa. La
cadena catalana se limita únicamente a estar presente en el territorio catalán.
Hace poco leí que iba a probar suerte en Canadá. Lo curioso de esta cadena es
el estilo y decoración austriaca que tiene y jamás entenderé el porqué de la
elección de tal estilo. Sin embargo, todo y ser una cadena de restaurantes,
tienen una oferta buenísima de bocatas. A mí me parece la mejor cadena de comida
rápida que puede existir y tienen una amplia variedad de productos. La flauta
de jamón serrano que se pidió Sara fue considerada por el New York Times como la mejor flauta de jamón serrano. La cadena
también tiene un café bastante bueno. Sara y yo cenamos por doce euros (mi
bocadillo provenzal se subía de precio). Yo siempre voy al Viena que podéis
encontrar en Calle Pelayo junto a Plaza Catalunya.
Desde luego, me sonrojo
cuando admito que hace falta que vengan las visitas para conocer tu propia
casa. Ha sido con Sara con la que he visitado gran parte de los lugares
turísticos que ofrece Barcelona. El martes y tras estar desprovisto de
información con la que asombrar a Sara con datos e historias de la ciudad, me
armé con toda la información sobre la Sagrada Familia y el Parc Güell de la
mano de nuestra amiga Wikipedia. Lamentablemente no me pude resistir a un
descuento del Burger King para comer dos personas por 7 euros. Dos bocadillos
de pechuga de pollo (hechas con sesos según teorizaba Sara).
Ahora alerta turista que
por remota casualidad caigas en estos lares. No compres la entrada al Parc
Güell conjunta con la Sagrada Familia como hice yo. Un terrible error (garrafal).
Lo único que harás será pagar 7 euros por ver la casa de Gaudi donde enseñan
las estupendas sillas ergonómicas en las que se la pelaba por las tardes a la
luz del sol. Por la noche sí, para cenar me volví a guiar de la mano de
Internet y cenamos en una pizzería a 60 metros de Rambla Catalunya: Buenas Migas (Plaça Bonsuccés, 6).
Tienen mucha comida italiana pero nosotros comimos foccaccia. El sitio es bastante “cuqui” y el bajo precio no es
resultado de un ambiente sucio como en un paki
de barrio. Una buena porción de foccaccia
de queso azul, ruccula y membrillo por 4 euros. Los dos por poco más de diez
euros con bebida.
Sigo escribiendo con mi
estilo Erasmus contándoos lo bien que he comido estos días porque quiero que
como yo, no os acuchillen la cartera cada vez que queráis cenar en esta ciudad
en la que un billete sencillo de metro vale 2,15€. He poner especial hincapié
al gran descubrimiento que hice el jueves pasado: Pim Pam Burger (Calle Sabateret,
4 en el Born). Para mí se ha convertido en un templo de las hamburguesas
(aunque aún he de probar el Bacoa). Repito, con este post intento deciros donde
comer bueno, bonito y barato en el centro de Barcelona sin tener que comerte un
kebab hecho por tu amigo Jalim. Pim
Pam Burger es bueno porque utiliza carne picada de verdad, de la buena. Mi
hamburguesa era 100% de ternera (no como la que vende Carrefour que está hecha
con mierda de ternera); es barato porque mi enorme hamburguesa de ternera con
queso gouda, parmesano y feta con salsa especial, lechuga y cebolla costó 4,70
euros más agua (11 euros Sara y yo); es bonito porque todo y ser un pequeño
local, está bien amueblado. Por la clientela que había en el momento que fuimos,
pude deducir que es una hamburguesería mayormente conocida por gente local y no
por turistas. Los turistas se paraban delante de la pizarra de la calle y a
continuación seguían andando. Entrar no os arrepentiréis. Sara comió una Pim
Pam Pollo que estaba muy muy buena. Ya os digo, un templo divino.
Pim Pam Burger fue el
último local que integró mi Ruta Gastronómica para Bolsillos Estrechos en
Barcelona. Sin embargo, si os podéis dar un capricho, subir hasta la Calle Blai
en Poble Sec (Paral·lel L3 o L2) e iros de tapeo. Salir por Ronda de Sant Pau y
subir por la Calle Roser. El barrio es un poco pintoresco pero completamente
inofensivo. Me voy de tema. En la calle Blai hay una taberna vasca (KoskaTaverna en Blai, 8) que no os engaño si os digo que se cena de PUTA MADRE. Sara
(como buena vasca) llegó a admitir que hasta el camarero de la barra era un
auténtico camarero vasco: antipático en su justa medida. La mejor caña de bar
que he bebido jamás ha dio en Koska Taverna y el pintxo de pimiento relleno de
bacalao está estupendo; lo mismo digo del pintxo de anchoa. Un comensal pidió
Sardina fumada y este llegó a afirmar que estaba de muerte. Si aún no os he
convencido para ir, Tripadvisor con sus decenas de excelentes reseñas y su
4,5/5 debería convenceros. Como yo no hice foto de mis pintxos, tomo una
prestada de Internet. Todo y lo que os estoy diciendo, calle Blai es larga y la
lista de bares para ir de pintxos de bastante larga: Entrar donde os llamen los
pintxos. El País recomendó un bar en Blai, 23 pero a mí no me acabó de gustar.
Acabo de escribir este
post veinte minutos después que Sara haya llegado a Bilbao. A ella le mando
ánimos para mañana. Sin darnos cuenta, ha hecho un año desde que Sara y yo nos
conocimos en la puerta de embarque de camino a Cork. A mí me espera un test de
nivel de francés que tiene muchos números de ser un completo fracaso. Vuelvo
con mucho mono de escribir y ponerme al día de blogs y nuevas historias. Hasta
el martes no tendré un momento de relax para
gestionar los pocos días que me quedan libres antes de empezar mi cuarto y
último año de carrera.
Por último, nadie va al
supermercado y compra únicamente condones. El viernes tuve que ir y compré
también agua. No sé si por necesidad o por disimular el paquete. Lo primero, lo
prometo.
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