martes, 23 de septiembre de 2014

La formula uno de la preparación de maletas

Si hacer la maleta fuera un deporte, yo habría conseguido la pole. 32 minutos (minuto arriba, segundo abajo). Vuelvo a tener esa sensación previa a hacer un viaje como si estuviera a punto de iniciar una operación encubierta en el desierto sirio. De hecho cada vez que tengo una cita de este tipo, coger el tren de casa se convierte en un momento muy tenso. La última vez que fui a Bilbao, tuve que recorrerme la mitad del servicio de metro de Barcelona para poder llegar a tiempo para coger mi querido Alvia sin enchufes. Lo pasé muy mal y casi me deshidrato. Esta vez no voy a Bilbao en calidad de turista aunque aún me deben quedar unas cuantas estancias más para conseguir el título de Visitante de la Casa.

Debería estar casi de camino a la cama pero mi compromiso con vosotros y con este blog me obliga a escribiros y deleitaros con un poco de mi arte. Sospecho que estoy incubando un constipado. Noto la garganta un poco seca y durante la mañana he tenido media docena de esos estornudos que encienden las alarmas del misil resfriado. La buena noticia que es que al muela del juicio ha dejado de pelear. Espero que mi condición de roble me haga vencer a las legiones bacterianas aunque el gélido aire acondicionado de RENFE puede que no ayude. Es más, ahora estoy pensando que en vez de recortar en sanidad para ahorrar en presupuesto, deberían recortar en aire acondicionado y ahorrarse unos cuantos resfriados.

Desgraciadamente el famoso vagón silencioso del que tanto habla Jose María Iñigo en la radio, aún no está disponible. Eso pone en riesgo el silencio que espero que haya a las 7:30. No pienso aguantar más niñatos maleducados hasta Haro. Pienso correr al vagón restaurante, pedir un té y arrojarle el agua hirviendo al primero que no respete al resto de pasajeros del coche número dos.

Me noto muchísimo más motivado respecto a la universidad, aquella nefasta semana pasada que empecé con tan mal pie, ha remontado rápidamente y ahora me encuentro haciendo planes, investigando y lleno de fuerzas. Hoy hablaba con una compañera de tren sobre neurociencia, neuropsicología, escuelas con enseñanza libre y prácticas. ¿Os imagináis observar a un grupo de primates durante ocho horas al día? Observando la conducta de los primates, como se pelean entre ellos. Que el sujeto número uno corteje con el sujeto número dos y el sujeto número tres sienta celos por como el sujeto número dos ha dejado de hablarle. Obviamente las dos señoras sentadas a nuestra izquierda han alucinado. Me encanta ese momento en el que hago contacto visual con un desconocido y ambos pensamos lo mismo. La otra señora deseaba que me callara y le dejara leer el Saber vivir pero eran las 2 de la tarde y estaba en horario legal para poder rajar todo lo que quisiera.

Hoy una tercera persona me ha dicho que me voy de vacaciones. Cierto, hago una pequeña “escapadita” pero soy tan responsable y tan buen estudiante, comprometido con el uso eficiente de los recursos que el estado decide invertir en mí, que he decidido llevarme todo el trabajo de universidad a Bilbao. Tengo que llevar a cabo una simulación sobre la importación de un juego de laboratorio para niños y el asunto está alcanzando un guión de película más largo que Star Wars. Tengo seis horas de trayecto hasta las Vascongadas y por tales razones, he decido llevarme entretenimientos tan amenos como los fundamentos de la fiscalidad española. Tengo Choose yourself de James Altucher en el Kindle. Ahí lo dejo.

Esta no es una simple visita a las Vascongadas, es una segunda batalla. Una batalla por ver quién es el más fuerte. Primero me ofrecerán una caña. Seguirán el ritual con un pintxo de tortilla o cualquier otra especialidad típica vasca. Te retarán a tomarte una segunda y si la cosa se alarga quizás una tercera. La tía de Sara cree que aguanto bien el tipo. Eso quiere decir que me estoy labrando el respeto del Norte. Sin embargo, no habrá respeto hasta que me coma una de esas guindillas riojanas que intento venderme el abuelo de Sara.

El jueves vamos de pintxos para hacerme un poco el vasco. El sábado hará exactamente un año que los dos nos escapamos de aquella primera fiesta que la ESN (Erasmus Society Network) de Cork organizó y corrimos a casa como jóvenes adolescentes que hayan hecho algo malo. A propósito, un estudio de la Unión Europea reveló ayer que el 33% de los estudiantes Erasmus había encontrado su pareja estable durante su estancia en el extranjero. Es más, un millón de bebés había nacido desde 1987 a raíz de Orgasmus. 

Ahora estoy en la cama, a oscuras escribiendo con el portátil sobre una de estas cómodas plataformas acolchadas para ponértela en las piernas. Esta goza además de una pequeña lámpara que posiblemente de tanto retorcerla ha dejado de funcionar.
Sin más dilación, me despido de vosotros.

Agur eta bona nit.



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