El verano no me gusta.
Bueno sí, me gusta por el rollito vacacional que tiene (cuando las tienes) pero
no me gusta cuando hace ese calor excesivo que te aplasta, te deforma cual vela
de cara al sol. Unas semanas atrás era perfecto, la brisa soplaba y me gustaba ponerme
una camisa de manga larga para ir a tomar algo a la playa por la noche.
Soy un chico muy de
otoño e invierno. Me gusta el clima frio porque me gusta más mí ropa de
invierno que la de verano porque es más elaborada y cool. Mis botas qué compré el
verano pasado y con las que me siento el tío más sexy del mundo pese a tener
una nariz como como un garfio; mi jersey granate con unos motivos muy hipsters que me encanta y compré en TK Maxx por
solo 20 euros. Es estupendo. Además puedes llevar chaqueta y cuando llevas
chaqueta no has de llevarlo todo en el bolsillo, puedes repartírtelo.
El clima de verano
siempre es igual, sol, sol, sol y alguna tormenta de verano que le da un toque
de sorpresa a la estación. En cambio, en invierno pueden ocurrir muchos
fenómenos: sol; días con viento; frío seco; frío húmedo porque llueve; nevar;
niebla; días de mucho viento. Todo es muy imprevisible. Al final lo que más te
apetece después de llegar a casa es una taza de café calentito o si estás cenando,
ese plato de sopa que solo tu madre sabe cómo hacer. Tienes más tiempo para
hacer las cosas que te gusta hacer cuando uno está en casa y no tienes tantas
excusas para salir a la calle.
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