viernes, 18 de julio de 2014

El día en el que perdí mis libertades domésticas

Es curioso lo poco que apreciamos todas esas buenas cosas que nos rodean cuando las tenemos de forma continuada y como las extrañamos en cuanto dejan de estarlo.

Vivir lejos de los padres es como Nutella, siempre quieres más; o como las drogas, tu cuerpo te pide más. Estar lejos de papá y mamá es uno de esos deseos que se desarrollan solos en tu mente a medida que pasan los años y tu forma de hacer las cosas difiere más de la forma que las hacen tus  padres (por noma general, tu madre). Tú quieres nuevos platos, pero ella se niega a probar nuevos estilos y ella continúa fiel al programa culinario de la semana: hoy viernes toca acelgas y pescado. Genial. Para más inri, no es muy partidaria de dejarme la cocina por miedo a dejarla hecha unos zorros. Por desgracia, la situación económica y el no vivir lo suficientemente lejos de la capital, hizo que ese deseo no se pudiera desarrollar hasta que el universo me brindó la oportunidad de estudiar en el extranjero.

Mi apartamento para cinco no estaba tan mal, era bastante grande y mi habitación era la más luminosa de todas, con sol durante todo el día (cuando hacía sol). Me encantaban esos fines de semana en los que desayunaba, leía el periódico o cualquier otra cosa delante de la ventana y se escuchaban los arboles del parking moverse con el viento. Una de las cosas que más me gustaba de mi habitación era la mesa de escritorio. La mesa era muy larga y tenía sitio para muchas cosas y repartirlas por toda la mesa. El segundo objeto que más me gustaba de mi habitación, era un flexo de pie. Una de esas lámparas que todos hemos tenido, con la campana roja y el cuerpo negro y da una luz amarilla y caliente, mucho más acogedora que la luz blanca de las bombillas de bajo consumo.

Aun así, tenía varías pegas. El apartamento tenía moqueta y la moqueta es una guarrería porque todo lo que se cae al suelo, se queda en el suelo; la situación es más grave si uno de tus compañeros es irlandés. Muchas veces pensaba “¿Si un irlandés puede hacer esto, como estaría la cocina si hubiera tres más?
Creo que hacía una buena gestión doméstica de mi apartamento. Podía elegir que comer ese día o directamente no comer. Ir al supermercado a comprar cuatro cosas y siempre acababa comprando algo más porque habían puesto algo nuevo en oferta y las recetas fluían solas en mi mente pensando como utilizar ese nuevo producto. Algunas eran geniales: el plato de tallarines frescos con verduras y salsa Arrabiatta que tanto le gustaba a Benny; algunos otros eran verdaderos desastres: mi intento de patatas con queso o mi intento de hummus. Los pasteles que compraba para el café y el café molido para tomar en casa por las tardes. Me gustaba sobretodo porque podía utilizar nuevos ingredientes y sabores. Cuando mi madre se enteró que empecé a comer tofu, me dijo que ella no iba a comprarme tofu. No he vuelto a comer más tofu desde que regresé a casa.

Si el resto del mundo debería aprender de nuestra cocina, España debería aprender de los desayunos que tienen en el resto del mundo. En mi vida he visto desayuno más pobre y aburrido que el español. Los desayunos de mi Antigua Vida Independiente (de ahora en adelante, AVI) eran de lo más nutritivos y motivadores. Empezaba el día con aquel pan de cereales de Tesco o del mercado con la mantequilla y mi café arábico orgánico; un vaso de zumo y un buen tazón de deliciosa granola y plátano mezclado con leche fresca (porque en Irlanda, la leche es fresca y se pudre a los 5 días). Todo esto leyendo el periódico o escuchando el último report de la BBC. Era un marqués con beca.

Han pasado casi dos meses desde entonces y cuando llegué a casa, me hice la promesa de intentar copiar mi desayuno a mi modo de vida español. El resultado ha sido nefasto. Para empezar el supermercado no tiene la mitad de productos que busco; mi madre opina que la mayoría de hábitos que adapté son chorradas de estudiante. Ni el café que bebo ahora es orgánico (es de Aldi), ni los cereales que como por la mañana son granola (son frosties de Kellogs).

¿Cuánto tendré que esperar para recuperar todas estas buenas cosas? Espero que no demasiado y pueda dejar de nuevo el nido. Esta vez de forma permanente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario